DOLORES PAZ MOLERO

(LOLICHI)

  Todos la conocemos como Lolichi, nació un veinticinco de noviembre de mil novecientos cuarenta y cinco. Hija de Antonio Paz y Lola Molero. Tuvo una infancia y juventud muy parecida a la de todas las compañeras de aquellos tiempos, aunque como es natural, ella con su carácter particular, que era la inquietud constante, las ganas de vivir, de reír y ser feliz. Infinidad de anécdotas cuenta donde  sobresalen pequeñas “perrerías” a los de su entorno, fruto de su inagotable energía e inquietud.

         El arte lo llevaba por dentro y pronto destacó por sus cualidades para cantar. Los de esa edad la recordamos cantando saetas en la semana santa y toda clase de canciones típicas andaluzas.

         Luchadora incansable, emprendedora y trabajadora como nadie.

         Se casó con José Serrano Valencia, un hombre bueno donde los haya, humilde, sencillo, trabajador y prudente.

         Cuatro hijos nacieron del matrimonio; José Luís, Mercedes, Antonio y Mónica, cuatro motivos para exigirse más trabajo y más responsabilidad. Atendió la preparación de esos hijos sin dejar de “trajinar”, ya fuera en la casa como en cualquier posibilidad de trabajo.

         Seis nietos vinieron a completar la familia y su felicidad, pero la vida le tenía reservada una dura prueba llamada enfermedad. El cáncer llegó a ella con intención de conquistarla, pero una vez más su respuesta fue ejemplar. Cómo nadie lo ha hecho hasta ahora, fue capaz de plantar cara a aquel ataque y con la voluntad y el ánimo que solo ella posee, fue capaz de vencer. La fuerza que le daban su marido sus hijos y nietos, fue la mayor medicina y aliados para salir victoriosa de aquella guerra, así lo manifiesta ella.

         Fue un ejemplo para toda la familia médica del Campo de Gibraltar. Un caso raro, pero no en ella que ya había demostrado ser diferente a todos.

Nada más salir del hospital, coincidiendo con la Romería de aquel año, se vistió de gitana sumándose a todo el pueblo. Fue elegida Romera Mayor entre la emoción y el aplauso de todos sus vecinos.

         Hoy podemos verla ayudando a los hijos, sobre todo al negocio de la hija Mercedes en el bar La Cueva, con sus dificultades, pero con la energía y ganas de vivir de cualquier joven. También participando con los de su edad en actividades recreativas.

        Todos los que le conocemos no tenemos más que agradecer y aplaudirle esa demostración de fuerza, de energía interior, de esperanza y fe en la victoria, al tiempo que reconocer el comportamiento de sus hijos y esposo.  No podía ser menos de esta familia puramente facinense.